En un ritmo cotidiano, donde la alegría se oculta bajo una gruesa capa de tristeza egoísta, aparece tu media sonrisa que consigue despejar el nublado cielo, temeroso por contagiarse de tu entusiasmo y bondad. Unos valores que me cautivaron aquella noche que empezó siendo una más de tantísimas trasnochadas y acabó siendo la raíz profunda que me converge ahora.
En lo más sincero del sentimiento, y en la más verdad de lo oculto, solo me quedarán fuerzas el último día de supervivencia para escribir en la arena húmeda y tierna por la ola recién venida: te quiero.